Las Alpujarras, la montaña de Granada
En la provincia de Granada está la comarca de Las Alpujarras, un remanso de paz entre montañas
La abrupta comarca de Las Alpujarras se sitúa en el interior de la provincia de Granada y cercana a Almería, encajada entre las montañas de Sierra Nevada y el Mar Mediterráneo. Esta ubicación en un remanso de paz y bienestar se ve enriquecida con la presencia de múltiples fuentes y aguas termales con propiedades terapéuticas. Un entorno privilegiado al que la UNESCO declaró Reserva de la Biosfera y que la acredita como una de las regiones más bellas de la Península Ibérica.
Un compendio de posibilidades
No sólo es valedora la zona de la dualidad de la montaña y la cercana playa, sino que conjuga de forma magistral ocio, tranquilidad, folklore y tradición, lo que ha hecho que su turismo rural se encuentre en pleno florecimiento. También es una tierra propicia para realizar actividades al aire libre, como senderismo, montar a caballo e incluso practicar deportes de invierno. Todo sin dejar de prestar atención a sus vetas culturales, su arquitectura típica, herencia de los árabes y unos monumentos entre los que sobresalen los del propio paisaje natural.

La riqueza de las Alpujarras, sus suaves temperaturas y su ubicación han sido valoradas a lo largo de la historia por cartagineses, romanos y árabes. Actualmente su población se sigue nutriendo de los bienes naturales, pero el turismo prima. Y es que el visitante se encontrará no sólo con completas instalaciones a su servicio, sino también con sencillos y hospitalarios moradores que le harán la estancia agradable.
Alpujarras termales
Procedentes de las cumbres de Sierra Nevada, las aguas de la comarca son uno de sus bienes más preciados en este renacer económico. Sus propiedades medicinales eran ya explotadas por los antiguos romanos y son beneficiosas para combatir la anemia, mejorar la piel o aliviar las molestias reumáticas, musculares o gástricas. Esto es gracias a la concentración de bicarbonatos, calcio, magnesio, hierro y fosfatos de que gozan fuentes y manantiales de la región.

Muchos de estos santuarios de agua han sido acondicionados para su uso público, de forma que el visitante puede darse un baño, beber o visitar alguno de los balnearios en busca de un tratamiento más específico y personalizado. Entre estos destaca el Balneario de Lanjarón, centro termal construido en base a cinco manantiales con diferentes propiedades mineromedicinales, que alivian los dolores y relajan los músculos. Cerca de aquí se encuentra La Tahá y el Barranco Bermejo, cuyas aguas ferruginosas resultan ideales para personas con carencias de hierro.
Aldeas serranas
Pero el encanto de los pueblos no acaba en el termalismo. Es de recibo hacer unas rutas senderistas y pasar por apacibles localidades como Órgiva, Ugíjar y Berja que se integran perfectamente en el entorno. La primera de ellas es un pequeño gran centro de turismo rural entre ancianos olivos. Tampoco hay que renunciar a la blanca estampa de la arquitectura de Capileira o las hermosas formaciones de Ferrerola, Cástaras o Juviles.

Un valor seguro si se quiere descubrir la verdadera esencia de la montaña son los pueblos encaramados en las alturas como Pórtugos, Valor o Faroles, que recompensan con impresionantes vistas de todo el valle. Entre estos hay que resaltar Trevélez, el pueblo de mayor cota de todo el país. Llegar hasta él merece bien la pena gracias a su deliciosa tradición charcutera y panadera.
Folklore y gastronomía
Las montañas son también terreno abonado para las tradiciones. El folklore local se interpreta con instrumentos de cuerda como laúdes, guitarras y bandurrias que ponen el marco musical de bailes típicos como las "canciones de rueda y corro", "el enreillo" y "canciones de mecedores". En la comarca se viven también con especial fervor las fiestas de los Moros y Cristianos, que congregan multitudes en las vistosas representaciones callejeras como conmemoración de la victoria cristiana ante los sarracenos en la Reconquista.

No menos sugerente es lo que sale de sus fogones, platos coronados por productos de la huerta y la ganadería. El visitante podrá saciar su apetito con quesos y chorizos de elaboración artesanal o jamones montañeses como los de Trévelez entre otras especialidades como las migas alpujarreñas o la Olla de San Marcos de Laroles y Mairena. Su mapa repostero se conforma a base de hornazos, roscos de San Marcos y potaje de castañas, siempre con permiso de sus frutas de temporada.
La Ruta de los Pueblos Blancos
Desde la Sierra de Cádiz emerge este recomendable itinerario de arquitectura típica andaluza
El interior de Andalucía aguarda muchos tesoros al visitante, entre ellos la Ruta de los Pueblos Blancos que deslumbra con su claridad. Formada por diecinueve pueblos muy peculiares, esta ruta gaditana que también alcanza Málaga, es un escenario de colorido, tranquilidad y buena gastronomía que necesita un buen número de jornadas para poder ser visitada con la atención debida. Por su extensión, la zona está abierta a múltiples itinerarios, en función de los deseos del viajero.
Blancura de cal
El nombre de estos pueblos serranos no es baladí. La estampa blanquecina de aldeas que brotan entre los tonos naturales será la imagen que permanezca en la retina del visitante. El color de la cal cubre calles y plazas, paredes, techos, iglesias, casas y palacios. Este contraste hace destacar su arquitectura uniforme entre las cumbres rocosas que forman el Parque Natural de la Sierra de Grazalema. El viaje, que puede realizarse a pie, en bicicleta o incluso a caballo discurrirá entre olivos y bosques de pinos, encinas, alcornoques y pinsapos, árbol autóctono de estas montañas.
De Arcos a Setenil
El punto de partida será Arcos de la Frontera, capital de la comarca y bello pueblo encaramado a una peña rojiza sobre el río Guadalete. Ofrece además de vistas sobre la sierra, una carta de presentación de la edificación típicamente andaluza con impronta árabe de que hacen gala las localidades de la zona. No hay que perderse su casco antiguo con laberínticas calles encaladas, ni sus fachadas barrocas o renacentistas, decoradas con escudos y flores, así como el Alcázar.

La ruta continúa hacia Bornos, en las inmediaciones de un pantano en que se puede practicar la pesca deportiva. Entre sus monumentos destacan los Castillos del Fontanal y de los Rivera o la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán. Atravesando la sierra se accede a Grazalema, pueblo de origen árabe en el que disfrutar de una espléndida gastronomía. Un menú cualquiera podría ser de primero una sopa de puchero con pan, huevo, chorizo y hierbabuena; de segundo, venado en salsa y como postre una tarta de bellotas. Para bajar la comilona nada mejor que un paseo por su bosque pinsapar.

Le sigue Zahara de la Sierra, enclave delimitado por su pétreo castillo rodeado de bellos parajes de valle y montaña. La fatiga podrá dejarse en cercana la playa artificial de Arroyo Molinos y darse un chapuzón si el tiempo lo permite, antes de proseguir la senda. Pronto tocará abandonar la sierra de Cádiz pero previamente habrá que parar en Setenil de las Bodegas, con su interesante conjunto de viviendas rupestres incrustadas en la roca. Una vez más, el visitante es sorprendido por la blancura de sus viviendas y su cálida gastronomía, donde destacan la sopa cortijeras, chacinas artesanales y la batata con miel.
Ronda, capital serrana
Tras agotar el recorrido gaditano, es preciso dirigirse a Ronda, un monumento en sí misma, que recoge la historia celta, romana, visigoda, árabe y cristiana. Un crisol de civilizaciones y tradición enclavado en el corazón de la sierra de igual nombre. En sus alrededores se puede disfrutar de espacios naturales de las Sierras, el bosque de pinsapos y robledales, las cuevas del Gato y de la Pileta y el hermoso Molino del Santo.

Monumentos de admiración en la propia ciudad son el Puente Nuevo junto con la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería. Ambos fueron construidos por el mismo arquitecto y son auténticos emblemas de la localidad. El puente fue levantado en 1973 a base de sillares de piedra extraídos del fondo de la garganta, permitiendo unir así la parte moderna y la histórica de la localidad. Merece también la pena contemplar las vistas desde este espectacular mirador a 200 metros de altura y sus casas colgando del precipicio.

Acompañado de su aire fresco y su olor a jazmín, el visitante dará cuenta de testimonios del pasado, como los baños árabes, el minarete, La Casa del Gigante, El Palacio del Rey Moro, El balcón de las ahorcadas, La Basílica de Santa María, La Fuente de los ocho caños, el Paseo del Inglés o El Palacio de Mondragón. La oferta de estancia en Ronda es completa y variada, tan inigualable como su gastronomía rica en productos ibéricos y presentada en sus bares con la especialidad de rabo de toro.
QuicoRR con su GS



Puerto de Ibiza

Xim y German uniendo fuerzas, perdon, uniendo barrigas....
Ya se empiezan los primeros sintomas de casancio....
y de hambre......



Dia 28 de Mayo, ultimo dia del viaje.


Comiendo una paella en Denia mientras hacemos tiempo para que zarpe el barco.